Experiencias de talleres artísticos en el centro Manuela Gandarillas

La exploración de sensaciones mediante los sentidos es quizá la piedra angular de toda expresión artística. Descubrir las posibilidades que ofrece el mundo sensible a la piel, oído y vista, pero ¿Qué ocurre cuando se carece de uno de los sentidos? ¿Esto limita la capacidad de percepción de las personas? Estas interrogantes detonaron en proyectos de intervención por las áreas artísticas del proyecto mARTadero para trabajar colaborativamente con el Instituto Boliviano de la Ceguera en el centro Manuela Gandarillas.

Desde el año 2018, con diferentes actividades impulsadas por el área de letras, se realizaron actividades en este centro de rehabilitación para personas con discapacidad visual. Lecturas de poesía en el marco del festival “Panza de Oro”, visitas de escritores, talleres de escritura en lenguaje braille y otro tipo de talleres marcaron el camino y un trabajo previo con una población generalmente desplazada a los bordes de atención de la sociedad. 

 

Bajo esa misma línea, este año se involucraron otras áreas artísticas en un nuevo proyecto de tres etapas, las cuales corresponden a sesiones de capacitación en las disciplinas de danza, música y teatro para población no vidente. El primer acercamiento fue desarrollado por Malala Sanz, coordinadora del área de danza. 

Ella comenta que la experiencia le ha significado todo un reto porque es una forma totalmente distinta de pensar la danza e intentar transmitirla. “Para la danza es super importante el movimiento y el espacio. Es complicado trabajar este tipo de cosas sin el movimiento oculocentrismo que todo el tiempo hace referencia a imágenes visuales” sin embargo, argumenta que el hecho de que tienen los sentidos más desarrollados (como es el caso del oído) les permite tener una mayor lectura de la corporalidad. “Por otro lado me doy cuenta de que la conciencia corporal que tienen es super útil para intentar utilizar estos recursos con gente vidente, hablar mientras bailas por ejemplo”. 

Para el profesor y rehabilitador del centro, Rolando Yanarico Flores, estos talleres permiten que los niños y niñas mejoren su desplazamiento por el espacio, adquiriendo seguridad, confianza y mejorando su postura. El profesor indica: “En ese sentido tanto los niños como yo hemos resultados satisfechos en este primer mes con Malala porque nos ha favorecido mucho, los chicos se acuerdan de todas las actividades, las rutinas realizadas y en algún momento que tenemos libre en el curso podemos repitir todo lo realizado en el taller”.

Yanarico es encargado del área de Expresión y Creatividad en el centro Manuela Gandarillas. Él comenta que los tipos de lenguajes como: expresivo, corporal, cultural, musical va relacionado al desarrollo del resto de los sentidos. Indica que “esto les va a permitir a ellos identificar algunos aspectos en su vida cotidiana, reconocer algunos lugares, personas, en su desplazamiento les permite tener más seguridad, mayor independencia, etc.”.

 

SOBRE LA CEGUERA

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, en América Latina existen aproximadamente 3 millones de ciegos. En Bolivia, de acuerdo a datos del Censo de Población y Vivienda del año 2012, existen 188.036 personas con problemas de visión. El censo devela también que en Cochabamba existen 28.903 personas con discapacidad visual. En el centro Manuela Gandarillas se atiende a un promedio de 70 personas por semestres. 

Rolando Yanarico explica que existen dos tipos de ceguera: de nacimiento y adquiridas; indica que en estos grupos existen cegueras totales y bajas de visión. La diferencia entre una y otra se puede percibir en la forma de cómo estas personas interactúan con el mundo.

“Es más complicado formar a las personas con ceguera total en el aspecto conceptual. Por ejemplo si yo te digo “veamos el horizonte” entonces entendemos qué es el horizonte, pero a una persona ciega total que no ha tenido esa experiencia tienes que explicarle qué es ese horizonte. Las personas que han perdido la visión tienen una memoria visual, por otra parte es  más complicado para los ciegos que han perdido la visión agudizar los sentidos, porque ellos se han acostumbrado a ver y recibir toda la información mediante la vista y no le han prestado atención al sentido del tacto, del gusto, etc”, explica Yanarico.

Estas características se vieron reflejadas también en los talleres de danza. Malala comenta: “he notado que el descubrir de su movimiento no es para nada igual. El tema de un salto es difícil pero les motiva porque de niños nosotros saltamos, en cambio ellos tienen una noción más grande de cuidado, el irse para atrás, dar un rolito… cosas que parecen sencillas para ellos. Es alucinante porque cambias totalmente la perspectiva espacial.”

En los talleres de danza se exploró la corporalidad, el movimiento y diversas posturas que brindaron a los niños un mayor desarrollo de sus habilidades espaciales. El próximo taller, dirigido por Manuel Estrada del área de música, continuará con prácticas de sonidos y musicalidad.